Revista Humor

Viaje a Grecia: la Acrópolis de Atenas y Cabo Sounion

Por Déborah F. Muñoz @DeborahFMu

Estuvimos un rato largo esperando el autobús porque el tráfico es horrible (dicen de los italianos, pero los griegos no se quedan atrás a la hora de conducir fatal, y cruzar una acera se convierte en una actividad de riesgo). Pero bueno, el autobús llegó y por fin pude poner mis pies en la cuna de nuestra civilización: la Acrópolis. Es una preciosa subida rodeada de olivos y desde arriba se domina la ciudad, con unas vistas preciosas.

Lo primero que se ve es el Odeón de Herodes Ático (más grande y mejor conservado que el teatro de Dionisio, que se ve desde arriba, aunque de época romana), tras lo cual pasas por la puerta de Propileos, una zona muy estrecha en la que no te dejan detenerte (pero la gente se para, claro, y se forman tapones peligrosos, porque además las piedras son resbaladizas).
Arriba del todo está el plato fuerte, claro, con el templo de Atenea, el Erecteion ... Echamos un buen rato, aunque nuestra guía local dijo un par de burradas que a los que estuvieran un poco enterados sobre historia antigua les debieron dejar como a mí: conteniendo las carcajadas.

Panorámica de Atenas y demás

Tuvimos algo de tiempo libre arriba antes de emprender el regreso al autobús para hacer una visita panorámica por la ciudad. Más allá de la Acrópolis, aparte del templo romano casi derrumbado por completo, Atenas no tiene apenas puntos de interés y casi todos son recientes.

Lo triste es que había tanto tráfico que ni siquiera pudimos ver la tríada ateniense con la guía local si queríamos comer... Así que nos la saltamos.
Comimos en la zona donde estuve paseando el día anterior y nos dejaron un poco de tiempo libre, aunque poco margen teníamos más allá de comprar souvenirs, antes de ir a la excursión opcional del cabo Sounion.

Excursión a Cabo Sounion

Cabo Sounion está a bastante distancia de Atenas, pero el paisaje para llegar es espectacular y, además, el sitio es precioso y tiene una energía especial. Lo usaban para divisar a los barcos que se acercaban a Atenas (es donde ocurre la leyenda de Egeo y su suicidio al ver las velas negras y pensar que Teseo había muerto) y el templo de Poseidón domina lo alto del acantilado. La verdad, aunque haya bastante gente, casi te sientes como el amo del mundo.

Lord Byron, por cierto, graffiteó su firma en una de las columnas: buscarla es una de las atracciones del lugar. A mí me costó mucho, pero por fin la encontramos (no en la parte donde busqué inicialmente, pero la encontramos).
Luego esperamos en una terraza a que llegara la hora de volver, aunque no me tomé nada porque algo de la comida me sentó mal y estaba un poco revuelta.

Sobre gente que viaja sola pero no sabe estar sola

Ya desde que esperábamos el autobús me pilló por banda otra viajera que iba sola. Era una señora muy mayor que parecía encantadora, pero hablaba una mezcla de tailandés, gallego y español: nadie la entendía y hablaba a toda velocidad, aunque de todas formas no tenía nada interesante que decir: todo era cháchara insustancial que iba desde la cantidad de farmacias hasta la tasa de natalidad y lo que se había comprado.

Esa clase de viajeros solitarios que no saben estar solos son un verdadero lastre para todos los demás viajeros del tour porque tienen tendencia a imponer su presencia a quienes se convierten en su objetivo. no entienden que estar solo y sentirse solo no son sinónimos, deducen que el resto de los viajeros solitarios se sienten igual y nos fijan como objetivo.


Es triste, pero esa gente lo que necesita es un psicólogo, no un viaje. A mí me daba pena, pero hace tiempo decidí que no iba a dejar que la pena por un viajero solitario me amargue el viaje. pretenda apoderarse de esos momentos de reconexión conmigo misma, solo para no quedarse solo, me parece una falta de respeto por su parte . Así que, en La experiencia de la acosadora en Rusia tuvo mucho que ver con esa decisión, además, que alguien cuanto veo que alguien se pone muy pesado, le pido amablemente que me deje en paz, que es lo que hice con esa señora: un día se pegó a mí como una lapa y se puso a hablar a toda velocidad, hasta que perdí la paciencia y le dije: "Por favor, ¿puedes callarte?". Desde ese momento, dejó de molestarme... y fijó su atención en otros viajeros, que tampoco recibieron muy bien su intromisión.


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