Revista Comunicación

Objetivo del lenguaje.

Publicado el 02 junio 2010 por Anveger

Objetivo del lenguaje.En este artículo trataré la siguiente cuestión: cuál debe ser la finalidad del lenguaje. Para empezar, diferenciaré dos tipos de lenguaje: el informativo o comunicativo y el literario.

Dicho lo cual, considero que el objetivo primordial de nuestras estructuras sintácticas (lenguaje) es comunicar una información. Los primeros homínidos lo hacían, algunos animales utilizan un lenguaje (aunque no sintáctico) también para intercambiar información. Los recién nacidos utilizan el llanto, más tarde las primeras palabras; con eso ya comunican suficiente información. En resumen, el lenguaje tiene como finalidad primera la transmisión de contenidos, de información.

Por tanto, ¿qué lenguaje es más importate, el literario o el informativo? ¿qué es más importante, la forma o el contenido? El lenguaje informativo es taxativamente más importante. El contenido refleja el pensamieto, los conceptos, las ideas; es objetivo. La forma (el continente) refleja belleza o hermosura, la musicalidad, el ritmo; es subjetivo.

Me gustaría asimismo hacer referencia a determinadas corrientes lingüisticas como el modernismo o el parnasianismo. Su frase emblemática era: “el arte por el arte“, es decir, crear únicamente belleza obviando el contenido. Esto es empezar la casa por el tejado. Lo primero y lo más importante (contenido) debe cuidarse antes, más y mejor que la forma. En definitiva, el contenido es necesario y la forma es supérflua. Dicho de otro modo: el contenido es esencia y la forma es apariencia. Y muchas veces, las apariencias engañan.

Una vez que ya he dejado claro el objetivo primero que debe perseguir el lenguaje, voy resaltar  los aspectos específicos de los que se debe ocupar el lenguaje informativo.

Primero: intentar utilizar el menor número de recursos expresivos.

Segundo: utilizar en abundancia los sustantivos en detrimento de los adjetivos; llegar al contenido en sí, a lo objetivo, a la esencia de las cosas. Igual que pretendió Juan Ramón Jiménez.  Esto puede tener como consecuencia un lenguaje algo más complejo intelectualmente, pero que podrá hacerse sencillo más tarde.

Tercero: ser consiso, claro y natural. Intentar utilizar las palabras de la forma menos retórica posible; que pueda entenderlo el mayor número de personas. Un estilo periodístico, pues lo primordial es comunicar un contenido al mayor número de personas.

Cuarto: Los adverbios quedarían en segundo lugar, pues en muchas ocasiones son necesarios para entender el mensaje.

Quinto: asimismo los adjetivos tampoco pueden eliminarse al máximo, pero podrían obviarse todo aquel adjetivo que sea mínimamente subjetivo o supérfluo. Los adjetivos sustantivados, por ejemplo, son los que deberían mantenerse. También es preferible una proposición subordinada adjetiva que un adjetivo.

Sexto: Ilustrar el mensaje con ejemplos e iconografía. Además, explicar lo mismo de otra forma en algunas ocasiones, ya que así habrá más personas que accedan al concepto del que se quiere informar.

Por último, me gustaría dejar una apreciación subjetiva. Considero que un lenguaje tan sencillo como el que he planteado aquí, con un contenido posiblemente complejo resulta difícil de crear, pues se tiene que explicar algo difícil de forma fácil. Por eso es por lo que se necesitaría más tiempo en crear un mensaje asequible, conciso y breve (lo bueno si breve, dos veces bueno) que el  dedicado a un mensaje difícil y largo.

“El sustantivo es la virtud; el adjetivo, el vicio. Como el vicio, el adjetivo nos atrae, sensual, chocante, femenino. ¡Y caemos en él tan a gusto, tan a gusto, tan a gusto! Toda la obra está llena de adjetivos como la vida de caídas. Frente a la aurora, uno se propone no caer, pero ¡quién puede liberarse de las redes de la siesta, del ocaso, de la noche! El sustantivo es la verdad propia. El adjetivo es lo otro, los otros, otro todo, todo, todo.”

Juan Ramón Jiménez (España, 1881-1958), Premio Nobel de Literatura en 1956.



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