Revista Libros

“NÁDA ES VERDAD” de Verónica Raimo

Publicado el 09 diciembre 2023 por Marianleemaslibros

   Pasaje destacadoPortada de la novela de la autora Verónica Raimo, ganadora del Premio Strega Giovani y el Premio Literario Viareggio-Rèpaci."En mi familia cada uno tiene su manera de sabotear la memoria en beneficio propio. Siempre hemos manipulado la verdad como si fuera un ejercicio de estilo, la expresión más completa de nuestra identidad.
En ocasiones nos concedemos por lo menos el beneficio de la duda en lo que a nuestros sabotajes se refiere, guardamos un pequeño resquicio en nuestro interior para restablecer la exactitud de los acontecimientos, pero lo contrario es mucho más frecuente: olvidamos la mentira inicial o el hecho mismo de que se trate de una mentira.” "

“NÁDA ES VERDAD” de Verónica Raimo
Verónica Raimo (Roma, 1978) es una escritora, guionista y traductora italiana que tiene en su haber varias novelas: “Il dolore secondo Matteo” (2007), “Tutte le feste di domani” (2013), “Miden” (2018). La última y única publicada en España, “Nada es verdad” (2022; Libros del Asteroide, 2023), ha resultado ganadora del Premio Strega Giovani y el Premio Literario Viareggio-Rèpaci en su país. Ha publicado también algún poemario y en 2012, el guión de la película "Bella addormentata", dirigida por Marco Bellocchio. Ha traducido del inglés a autores como F. Scott Fitzgerald, Ray Bradbury y Octavia E. Butler, y colabora en diversos periódicos.
Sinopsis oficial de la novela
Verónica pasa su infancia y adolescencia en un barrio de Roma junto con su excéntrica familia: una madre omnipresente que vive permanentemente angustiada, un padre lleno de estrafalarias obsesiones y un hermano mayor, casi perfecto, que es el centro de toda la atención. Día a día tendrá que sortear situaciones tan embarazosas como desternillantes y descubrirá la impostura como forma de mantenerse cuerda y lidiar con la vida que le ha tocado en suerte.

Los puntos fuertes de la novela
La trama, el estilo y la ambientación: con la ciudad de Roma de fondo a finales de los ochenta y principios de los noventa, está escrita y narrada de una forma muy peculiar por la protagonista, Verónica, (curiosamente se llama también como la propia autora) que nos habla de tú a tú como si estuviéramos charlando con una amiga y nos empieza a dar cuenta sin orden ni concierto, de delante hacia atrás y de atrás hacia adelante, de detalles generales y algunos sucesos particulares mas significativos de su vida.
Pueden quitárnoslo todo excepto nuestros recuerdos, dicen. Pero ¿a quién le interesaría tal expropiación? La mayor parte de los recuerdos nos abandonan sin que nos demos cuenta; en cuanto al resto, somos nosotros los que los transmitimos en secreto, los difundimos por ahí, los promocionamos celosamente, como vendedores puerta a puerta, como charlatanes, en busca de alguien a quien engatusar para que se suscriba a nuestra historia. Con descuento, a mitad de precio.

La trama es de esas que no tienen un principio definido ni un final concreto, como una ventana abierta al mundo que deja entrever fragmentos de vida, en este caso de vida pasada pero también del momento presente. Hace tiempo, una servidora ponía numerosas objeciones a este tipo de historias, pero ahora, reconozco que cada vez me gustan mas, sobre todo si el camino entre ese comienzo y ese final de lectura es del todo disfrutable, como es el caso, merece mucho la pena el recorrido.
Personajes sólidos e interesantes: todos los miembros de esta disfuncional familia son mentirosos y manipuladores, ninguno se salva, pero al mismo tiempo hay que reconocer que como personajes de novela son magníficos y están muy bien perfilados. Los que mas destacan en la trama, sin duda, son la estirpe de las cuatro mujeres, a cuál de ellas mas extravagante y con personalidad mas disonante y peculiar: la protagonista (Verónika), la madre (Francesca), la abuela Muccia, (la madre de su madre), y la abuela Flora (la madre de su padre y la esposa del abuelo Pepino que vivían con ellos en la casa y dormían en habitaciones separadas)
Luego ella se pintaba los labios y se pasaba la noche tonteando con el presentador de turno. Con los años se convenció de que ella era la Elegida, aunque no estaba claro en qué consistía tal elección. Decía que Dios le hablaba, a veces manifestándose en forma de luz llameante en el cielo, a veces —más cómodamente— llamándola por teléfono, pero entonces tenía que ponerse el audífono porque no le oía bien. Si no estaba hablando con Dios, le gustaba charlar en el balcón con los pájaros y las estrellas.

● La propia Verónica, crece y se desarrolla siempre a la sombra de su hermano, el preferido de la madre, el superdotado de la familia. De chiquitita pilló al abuelo Peppino en una mentira, descubriendo el poderoso efecto que ejerce sobre los demás el engaño e incorporándolo desde ese momento a su vida como si de algo normal se tratara. Como la pobre no sobresalía en nada, su primera mentira, la que le dio alas para todas las que estaban por venir, consistió en apropiarse la autoría de un dibujo que ella no había dibujado. Todos la creyeron y a partir de ahí, cuando salían a relucir los innumerables dotes del hermano menor, la madre siempre añadía: "Y a Verika le gusta dibujar, decía. Y ya está. Lo que ni siquiera era cierto, pero en cualquier caso, a falta de alguna genialidad desbordante, se había decidido que no se me daba mal el dibujo". 
A Verónica le encanta vivir en casas ajenas, descubrir sus libros, sus discos, sus artilugios eróticos, usar champús ajenos, y beber café en tazas ajenas. Sueña con vivir en el campo, tener una granja, y convertirse en una estrella de rock planetaria.
De niña quería ser la estrella del rock Veronika, luego quise ser campesina y, en algún momento, dado el éxito de mis pinturas robadas, barajé la idea de reinventarme como artista, al menos mi tía estaría contenta. En cuanto al estrellato del rock, nunca aprendí a tocar nada y, en general, cuando me ponía a cantar siempre me pedían que parara, algo que yo lamentaba un poco.

La madre, Francesca, era profesora de enseñanza media, nunca ha cogido un taxi en su vida porque “está convencida de que cualquier taxista podría resultar un maniaco y llevarla quién sabe dónde”. Cuando va a misa dice sentirse amenazada por el aquelarre de los viudos, los chicos que le piden un euro para ayudarla con las bolsas de la compra tienen según ella la evidente intención de tocarle el culo, y el único principio moral que reconoce, es su propia ansiedad. Francesca, está obsesionada con su hijo, le controla constantemente y si no le coge el teléfono, llega incluso a denunciar su desaparición. ¡Menudo personaje! ¿verdad? 
Mi hermano muere muchas veces al mes. Es mi madre quien me llama para avisarme de su fallecimiento. —Tu hermano no me contesta al teléfono —dice en un susurro. Para ella el teléfono certifica nuestra presencia en la tierra, en caso de falta de respuesta no hay más explicaciones que el cese de la actividad vital. Cuando me llama para decirme que mi hermano ya no está con nosotros no pretende que la tranquilice, lo que quiere es más bien que participe en el duelo. Padecer juntas es su forma de felicidad: mal de muchos, consuelo total.

El hermano de Verónica, Christian,  igual que ella también es escritor así como Concejal de Cultura en el distrito donde sigue viviendo la madre. Desde siempre es el aventajado de la familia, aprendió a leer con 3 años y a los cuatro ya se sabía de memoria las capitales del mundo, los nombres de los presidentes americanos en orden cronológico con la fecha de su toma de posesión y los de los jugadores de la Juventus desde 1975, con su año de su nacimiento incluido. Tela marinera. . .
Hay una anécdota que siempre cuenta mi madre. Una vez, en un restaurante, él —que aún no había cumplido los tres años— agarró el menú y empezó a declamarlo desde lo alto de la trona. Marcaba los puntos y aparte, adivinaba los hiatos y duplicaba las consonantes adecuadas. El camarero que había venido a tomar el pedido se limitó a esperar con gesto aburrido a que el mocoso terminara su actuación. Cuando mi hermano llegó al final de la lista de postres, el camarero seguía allí de pie con el bolígrafo en la mano sin demostrar el menor signo de admiración.

El padre (no tiene nombre) es quizás el mas normalito de todos, aún así también tiene su aquel: le pone los cuernos a la madre, es adicto al trabajo, gruñón, siempre está chillando y tiene variadas obsesiones, entre ellas construir tabiques y habitaciones con puertas correderas  en las casas donde viven. Educa a sus hijos de forma muy severa y estricta, sin dejarles jugar con otros niños ni hacer cosas temerarias como nadar, montar en bicicleta, patinar o saltar a la comba.
Era cuestión de un instante el ahogarse, partirse la cabeza, romperse una pierna, acabar ahorcado. Nos pasamos la infancia encerrados en casa aburridos como ostras. Era una actividad tan intensa que no tardó en convertirse en una pose existencial. Sabíamos aburrirnos como nadie.

Por su culpa, ambos hermanos crecen inmersos en la hipocondría, y con un férreo control sobre todo lo que comen, provocándoles déficits vitamínicos y algunas carencias de nutrientes. 
Yo tenía ocho años cuando se produjo la explosión del reactor de Chernóbil. Mi familia, incluso cuando la emergencia parecía haber terminado, siguió inmersa en un escenario de película postapocalíptica, fingiendo que vivíamos no en una ciudad relativamente próspera de Occidente, sino en una de esas Zonas X de ciencia ficción con un alto nivel de aire contaminado. Así que durante tres años mi padre nos impidió comer fruta y verdura, huevos, leche fresca, ir a restaurantes o comprar un trozo de pizza en la calle. Los únicos alimentos permitidos eran productos enlatados envasados antes del 26 de abril de 1986.

✔ Relaciones familiares complicadas en una novela que curiosamente parece ser una autoficción de la vida y familia de la autora, Verónica Raimo. Ella misma nos cuenta que “la intención de este libro era hablar sobre una familia que tampoco tiene nada de especial, aparte de su propia idiosincrasia. Estamos ante el retrato de una familia de clase media, que reside en una capital europea, con dos hijos que tampoco tienen nada de particular, más allá del hecho de que aprendieran a leer y a escribir muy pronto porque tampoco tenían nada que hacer.”La lectura entera desde el principio hasta el final viene aderezada de un toque humorístico ácido e irónico, que en mas de una ocasión me ha provocado sonrisas e inesperadas carcajadas.
La verdad es que mi madre siempre ha sido la auténtica punk de la familia. ¿Qué podía demostrar yo a los quince años con mis medias de rejilla rotas si ella iba por ahí con la falda completamente abierta en el culo? Si intentaba señalárselo me respondía: «Vaya, aquí tenemos a la princesa del guisante».
La prosa de la autora, es lo mejor de toda la novela. Me ha parecido elegante, ingeniosa, en ocasiones poética, incluso brillante diría yo:
Cuando por fin llegó el descubrimiento de los libros, no fue una forma de evasión, sino más bien una apaciguadora coalescencia de hastío. Casi podía visualizarla, blanca y fangosa: leer era como hundirse en una ciénaga de leche. Permanecía sumergida durante horas, hasta que incluso mi cuerpo se volvía flácido, con el agua estancada filtrándose por mis poros. Sentía que todo tenía sentido de repente, un fenómeno de transubstanciación, mi carne se convertía en hastío.

Resumiendo: “Nada es verdad” es el retrato de una familia cuanto menos atípica, disfuncional, el relato de una historia cotidiana que aborda temas cotidianos como el aborto, los desengaños en las parejas y en las amistades, esos miedos muchas veces absurdos, irracionales y extravagantes que se transmiten inevitablemente de padres a hijos, a unos hijos que en este caso les tocó vivir además una infancia mas que aburrida y claustrofóbica.
La memoria es para mí como el juego de dados al que jugaba de pequeña, solo es cuestión de decidir si es inútil o está trucado.

¿Os recomiendo esta novela? Por supuesto, por varios motivos: por todos los puntos destacables que os he contado arriba, pero sobre todo porque quiero compartir con vosotr@s un gran descubrimiento, la autora Verónica Raimo, su exquisita prosa, su particular estilo y porque la lectura ha conseguido engancharme desde el principio, nada fácil de conseguir hoy en día. Repetiré con ella, seguro.He leído y comentado "Nada es verdad" junto a mi gran amiga Mariana, del blog Los libros de Mava, una lectura más para meter en la saca de nuestro Club de lectura MavaMar. Si os apetece o tenéis curiosidad por saber si ella ha disfrutado la novela tanto como yo, podéis hacerle una visita y leer su reseña AQUÍ, seguro que no os arrepentiréis.
Mi nota esta vez es la máxima, para variar, dicho sea irónicamente:
“NÁDA ES VERDAD” de Verónica Raimo

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revista