Revista Solidaridad

Monstruos s.a.

Por Pcelimendiz

Al igual que el monstruo de Frankenstein estaba compuesto de trozos de cadáveres unidos en un conjunto deforme al que un loco intentaba devolver a la vida,  la política social en nuestro país es una amalgama descoordinada y confusa que sólo desde una profunda locura alguien puede hacerse la ilusión y empeñarse en que funcione.


Monstruos s.a.Con frecuencia suelen decirme que mantengo una visión pesimista sobre la realidad de la política social en general y en particular sobre el sistema de servicios sociales. Sin negar que hay algo de verdad en esta acusación (el pesimismo es una licencia que me permito tras más de treinta años de experiencia en el sector, todos ellos en la dura trinchera de la atención primaria, aguantando el profundo deterioro de la última década), no es menos cierto que, tal y como he explicado en otras ocasiones, se trata de una estrategia que persigue captar la atención hacia los verdaderos problemas que afrontamos, más allá de los cantos de sirena que desde la política se nos ofrecen o de la autocomplacencia en la que caemos a veces como profesionales. 
Y es que en el fondo no albergo ninguna esperanza de que podamos mejorar la situación: no en vano hace unos meses declaré la muerte del sistema de servicios sociales ("Coplas a la muerte de un sistema"). Pero atención, aclaro, siempre que mantengamos los discursos actuales.
Esos discursos que nos dicen, por ejemplo, que el sistema de servicios sociales es la última red de protección de las personas, o que constituyen el cuarto pilar del Estado del Bienestar. Discursos sin duda atrayentes y bienintencionados, pero que sitúan al sistema de servicios sociales en una posición residual dentro de la política social, sin espacio propio, con un objeto confuso centrado en el asistencialismo y asumiendo una tarea tan ingente e imposible como indefinida.
Vengo planteando hace tiempo que es necesario cambiar ese discurso desde una profunda reconceptualización de los servicios sociales. Redefinirlos desde sus cimientos, estableciendo un objeto bien delimitado frente (y entre) al resto de sistemas públicos de protección social que configuran la política social. Un proceso parecido al que se hizo con el Plan Concertado, del que al año que viene celebraremos sus treinta años. 
Lo que no podemos seguir haciendo es continuar dando descargas eléctricas (en forma de inyecciones económicas) a este monstruo de Frankenstein intentando que vuelva a la vida. Lo más que estamos consiguiendo es que se levante dando tumbos y rompa algo... ("Frankenstein en la cristalería") Los retazos que lo componen son tan desiguales territorialmente y tan confusos conceptualmente que hacen imposible un funcionamiento coherente y eficaz.
Monstruos s.a.Al año que viene comenzamos otro ciclo electoral, este año ya en alguna comunidad autónoma. De forma invariable, veremos como todos los políticos sin excepción van a establecer el debate en torno a la política social y los servicios sociales asumiendo como bueno el modelo actual y discutiendo qué cantidad de electricidad hay que insuflarle (unos muy poca, otros mucha; unos en algunos sitios, otros en lugares diferentes...). 
Me parece un debate inadecuado e ineficaz, cuando creo que lo importante es el cambio de modelo, para el que doy algunas claves (resumidas) que ya he desarrollado en otras ocasiones:
  1.  Ley General de Servicios Sociales
  2.  Conceptualización del objeto del sistema en torno a lo relacional y convivencial
  3.  Desarrollo de los sistemas de garantía de ingresos (Renta Básica) y de vivienda (garantía habitacional) de forma separada del sistema de servicios sociales.
  4.  Armonización del resto de sistemas (Educación, Sanidad, Empleo...) con la nueva conceptualización del sistema de Servicios Sociales.
Llamadme pesimista si queréis, pero veo lejos este cambio de modelo. Me parece que tendremos que seguir conviviendo con nuestros monstruos.

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