Una de las grandes virtudes de este clásico británico del terror rural es su capacidad para generar la atmósfera de extrañamiento e inquietud, alimentada de folclore, misterio, leyendas y esoterismo, que envuelve al sargento Howie (Edward Woodward) nada más pisar la isla de Summerisle, a la que ha acudido para investigar la desaparición de una niña que, sospecha, puede haber sido asesinada. Las fuerzas vivas, rijosas, y también algo piripis, de la localidad, vacilando a la autoridad en el centro neurálgico de la población: el pub.
Adaptación por Anthony Shaffer de una novela de David Pinner que es considerada, con toda justicia (y sin que el apelativo, como tantas veces, suene a chuminada de friquis), como una película de culto.