Revista Ciencia

El mito de la biodiversidad en la agricultura ecológica

Por Jmmulet

Uno de los mitos que aducen los defensores de la agricultura ecológica es el presunto respeto a la biodiversidad. Este respeto tiene dos vertientes, por un lado según ellos se utilizan variedades locales y más especies agricolas. Parece ser que eso implica más biodiversidad, por otro, las técnicas son más respetuosas con el medio ambiente y menos agresivas con las especies silvestres. Como suele pasar, estas afirmaciones se lanzan porque suenan bien, pero no se molestan en aportar los datos que los apoyen. Resulta que no necesariamente son ciertas.

Para empezar la agricultura siempre tiene un impacto negativo en la biodiversidad. Este impacto empieza en el mismo momento que metes una azada en el campo, alterando el equilibrio y eliminando las especies vegetales nativas (también llamadas malas hierbas), y con ellas todo el ecosistema del que dependen (insectos, microorganismos, etc...). Pensar que estás respetando la biodiversidad porque alternas diferentes especies es pretender decir que has salvado el planeta del calentamiento global porque has cambiado tu cocina de gas por una eléctrica. Todas las especies domesticadas son artificiales, por lo tanto, el impacto sobre la biodiversidad lo vas a hacer igual siembres una o cinco variedades de tomates. Lo de las variedades locales también es un genial tranquiliza conciencias, pero de escasa relevancia. Parece que seas más concienciado si siembras una variedad y dices que es local, exhibiendo una extraña xenofobia agraria. La realidad es que cualquier variedad local originalmente fue una variedad foránea. No me imagino que nadie le hubiera hecho caso a algún defensor de las variedades locales el día que se plantó el primer naranjo en Valencia, el primer olivo en Jaén, el primer tomate en Murcia o el primer pimiento en Almería (en algún caso apenas han pasado 50 años). Y geneticamente la variedad local de tu pueblo viene a ser como al del pueblo de al lado. Mantenerlas es interesante por mantener el fondo genético, algo que hacen de forma profesional y competente los bancos de germoplasma, pero imponerlas a los agricultores sin que exista una demanda de mercado, es una garantía de fracaso seguro. No olvidemos que si en algún momento una variedad ha sido desplazada por otra, es porque la otra presentaba unas mejores características para el agricultor, el distribuidor o el consumidor. La conjunción de estos tres factores es la que decide que variedades triunfan y cuales no, pretender imponer otras variedades por motivos ideológicos, es, en la mayoría de los casos, fastidiar los ingresos del agricultor.


El mito de la biodiversidad en la agricultura ecológica.


Pero vamos a la segunda parte. Muchos argumentan que las técnicas de producción ecológica son más respetuosas con al biodiversidad por ser ecológicas. Pues resulta que no. Una técnica o un insumo se autoriza para agricultura ecológica si lo que se utiliza es natural, no por conceptos como especificidad o biodegradabilidad que serían mucho más relevantes. Por ejemplo, el insecticida estrella en producción ecológica es el Espinosad, que es un nicotinoide, tremendamente tóxico para las abejas. Este pequeño detalle parece que se les ha escapado a los promotores de la campaña para prohibir los neonicotinoides argumentando que así salvarán a las abejas, por cierto, de aprobarse la propuesta, el impacto sobre las poblaciones de abejas será nulo, pero sobre la agricultura europea será tremendo, y dado que Marruecos piensa seguir utilizándolo, volvemos a poner a nuestros agricultores en la picota e incapacitados para competir de igual a igual. 

Acaba de salir un estudio en Francia que da más argumentos en este sentido. Se ha comparado la biodiversidad en viñedos ecológicos y en viñedos convencionales. La primera conclusión ha sido que hay un 65% más de lombrices (beneficiosas para la agricultura) en los campos convencionales que en los ecológicos, ¿por qué? Muy fácil, por el uso del cobre (componente del Caldo Bordelés) en la viticultura ecológica. El cobre es un fungicida muy natural, pero tremendamente tóxico e inespecífico, además se acumula en el suelo y no es biodegradable, por lo que el cobre aplicado en las hojas pasa al suelo y allí envenena a las lombrices, algo que se evitaría con un fungicida de síntesis, pero claro, al ser artificial no se autorizan en producción ecológica. Aquí teneis la nota de prensa del estudio. 


Les vers de terre au cœur de la polémique : selon l'étude, la population de lombrics diminuerait dans les vignes cultivées en bio par rapport au conventionnel. En cause, l'utilisation du cuivre.

El caldo bordelés mata gusanos...

Curiosamente, lo más respetuoso para la biodiversidad resulta que son las variedades transgénicas Bt, ya que solo afectan a los insectos herbívoros y solo a los que ataquen a las plantas, no a los que vivan alrededor, con la ventaja de que al no afectar a los carnívoros, las poblaciones se mantienen en equilibrio. Es lo que pasa, que una técnica lleve el nombre de ecológico no implica que sea mejor para el ecosistema. Compartir

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